sábado, 22 de septiembre de 2012

Humor de la vida real: Las fases del duelo de la luz



 Si eres de los que intenta reirse hasta de las perradas más gordas, entonces no te pierdas:


Las fases del duelo de la luz

Imagen de alphacoders.com


Primera fase: Negación.
Cuando abres la carta de Fenosa con aire despreocupado y lees por encima, como sin enterarte: “Factura de la luz: 350,00 €”. Sueles pagar unos 40€ al mes. Los cálculos no coinciden, pero la noticia es tan impresionante que no eres capaz de asimilarla. El shock es tan fuerte que te vas a hacer las tareas cotidianas con la misma parsimonia que si nunca hubieses leído nada, un curioso mecanismo de defensa de tu mente para evitar las tragedias.
Segunda fase: Ira.
Al cabo de un rato algo se enciende en tus adentros. El fuego te desborda, y cual caballo desbocado regresas a la mesa donde anteriormente habías depositado la carta maldita. La miras, la remiras, la lees del revés… y sigue diciendo lo mismo. Entonces tu dedo se dirige al teléfono, marcas el 902 de atención al cliente sin pensar en las consecuencias, y te cabreas más y mas mientras esperas a que deje de sonar la musiquilla infernal y a que un operador quede libre. Cuando el primero contesta le saltas a la chepa antes de darle tiempo a presentarse, pero el operador, muy profesional, se hace el loco y responde a tus graznidos pidiéndote tus datos para cerciorarse de que no es otra persona la que llama, como si otra persona tuviese ganas de pasar por ese cabreo para pelear por TUS derechos… (¿Dónde está Robin Hood cuando se le necesita?). Después de explicarle al amable operador tu cabreo, este te pide que no te retires y te pasa con otro, que a su vez vuelve a pasarte con otro, y tras repetir el mismo cuento cuatro o cinco veces (lo que en marketing se conoce como la táctica defensiva de la pelota mareada) te dicen que en realidad no pueden ayudarte porque tu ya no perteneces a Fenosa, que ahora por lo visto eres de gas natural. Se te queda la cara a cuadros… ¿pero no eran lo mismo? ¡Madre mía, esto es peor que una secta! Al final acabas llamando a otro 902 para volver a contar tus penas en otro sitio diferente, a otros cuatro operadores distintos, que vuelven a lavarse las manos diciendo que el problema es de la distribuidora, que no ha hecho bien su trabajo. Cuando la ira va menguando te desplomas agotado en el sofá sin fuerzas para volver a marcar otro 902.
Tercera fase: Negociación.
Tras gastarte más de cuarenta euros en llamadas decides ir al día siguiente a la oficina, donde te aclaran que sí que perteneces a Fenosa (a estas alturas ya pensabas que eras de Marcianos Light…)  y sí, que la factura está mal porque no cumple el contrato que tu has firmado previamente, y bla bla bla... El caso es que la propia recepcionista te recomienda que pidas al banco que te devuelva el importe de la factura, y esperes a que te escriban o te llamen para contarles lo que ha pasado y negociar (al menos esta vez llamarán ellos…).


Cuarta fase: Depresión.
Después de tanta pelea y negociación empiezas a acordarte de lo injusta que es la vida, de que bastante tienes tú ya con tus problemas para que aun encima tengas que pelear a capa y espada con los guerreros de la luz oscura, que si los demás quieren salir de la crisis a cuenta de robarte a ti, y todo tipo de ideas autodestructivas & delíriums trémens.  Deambulas el resto del día entre la depresión y la indignación, pensando en que pasará cuando contacten contigo para decirte algo así como: “que pagues ya, moroso”, cuando tu nunca has roto un plato y siempre has pagado como has podido tus facturas. Parece que la vida se ceba con los honrados, comienzas a darle vueltas en la cabeza a ideas poco sanas.
Quinta fase: Aceptación.
Al final comienzas a plantearte que en realidad nada de esto es tan grave, lo máximo que puede pasar es que te corten la luz y tengas que vivir a golpe de velas… y si sobrevivieron en la edad media… ¿Por qué no vas  a hacerlo tú? (Nunca has visto una, pero seguramente tendrán al menos un puerto USB). Respiras hondo, tratas de ver el lado bueno mientras piensas en las cosas bonitas de la vida (la negrura de la oscuridad, antes de que se hiciera la luz y apareciera Fenosa para cobrarla…), en que todos nos equivocamos, que igual hasta no tienen mala intención los pobres, simplemente no les da para más la cabeza, y en que quizás puedas plantearte pagar la factura a plazos… “No pasa nada”. Te repites esto una y otra vez mientras introduces en el buscador de Google: “Como puentearle la luz al vecino”…



Por Melina Vázquez.  

Todo lo expuesto en este blog puede 
compartirse libremente siempre que 
se cite la autoría y la fuente.
 

jueves, 20 de septiembre de 2012

Coma. Melina Vázquez.


Imagen de alphacoders.com


Coma

El muchacho sintió un ruido en la oscuridad y al instante su sexto sentido se puso en guardia. Era «eso» de nuevo… el temible monstruo que se alimentaba de la oscuridad de su cuarto y que creaba las sombras de sus más temibles pesadillas. Alarmado, encendió la luz y dejó que iluminara tan bruscamente la estancia que sus ojos se quejaron doloridos, intentando lentamente adaptarse a la claridad mientras ambos puños frotaban los párpados aun cerrados. Cuando por fin consiguió ver, la criatura ya había desaparecido con el rabo entre las piernas: una vez más había vencido. Sonrió victorioso, no obstante sabía que debía ser cauto, así que esta vez decidió dejar la luz encendida. No tardó mucho tiempo en volver a dormirse, confiado en que la bendita claridad que emanaba de su lámpara de oferta ahuyentaría cualquier peligro mientras él bajaba la guardia.

Pero el monstruo esta vez había encontrado un escondite mejor, lejos de la luz y lejos de los escrutinios del perspicaz muchacho. Guarecerse dentro del armario y bajo la cama estaba demasiado visto, todos sus compañeros monstruos lo hacían y siempre eran descubiertos. Él había ido mucho más allá… ¡era un genio! Se había escondido nada menos que en los sueños del pequeño, allí donde ni la luz ni la incredulidad de los adultos podían destruirle. El muchacho no despertaría mientras aun creyese en monstruos, y él estaba tan cómodo flotando entre las brumas de las pesadillas que el mismo tejía, que no pensaba marcharse jamás.




martes, 18 de septiembre de 2012

Peleando. De Julian Kusanagi,


Imagen de alphacoders.com


Conoces ese sentimiento?

Cuando estas esperando. Esperando a llegar a casa, entrar a tu cuarto
cerrar la puerta, dejarte caer en la cama;
Y simplemente dejar salir todo lo que guardaste todo el día.
Esa sensacion de ambos, alivio y desesperación.
Nada está mal.
Pero nada esta bien tampoco.
Y estas cansado.
Cansado de todo, cansado de nada.
y solamente querer que alguien
este contigo o con ustedes
y que te diga que no pasa nada.
Pero nadie estará ahí. Y sabes que tienes que ser fuerte
por ti mismo, porque nadie te va a curar.
Pero estás cansado de esperar.
Cansado de ser el que te arreglas a ti mismo ya los demas.
Cansado de ser fuerte.
Y por una vez, solo quieres que sea fácil.
Que sea simple. Ser ayudado. Ser salvado.
Pero sabes que no pasará.
Pero aun así esperas.
Aun así lo deseas. Y aun te mantienes fuerte y peleando,
con lagrimas en los ojos.

Estas peleando...